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DELIMITACION DEL CONCEPTO DE TEATRO CALLEJERO
(UN APORTE A LA INVESTIGACION)
André Carreira
La investigación del fenómeno del teatro
callejero presenta una problemática particular. Hasta hoy los investigadores
han dedicado poca atención a este tema y, por consiguiente, existe
una considerable carencia de informaciones disponibles al respecto. El
objetivo de este artículo es aportar elementos que favorezcan la
discusión y la investigación sobre el trabajo de los teatristas
de la calle, delimitando el concepto de teatro callejero.
Los orígenes del teatro callejero contemporáneo
y los intentos por definirlo
Las experiencias contemporáneas de teatro callejero tienen como
referente un complejo conjunto de prácticas de teatro al aire libre.
Desde el teatro medieval hasta el surrealismo, pasando por el teatro de
Agit-prop ruso, sin dejar de tomar prestado elementos de algunas prácticas
orientales. Podemos afirmar que esta complejidad de influencias se manifiesta
en una amplia diversidad de modelos y formas teatrales callejeras en la
actualidad.
El hecho teatral en la calle existió desde el advento de la ciudad
misma. Pero, tal cual lo conocemos hoy, como hecho teatral paralelo a
la teatralidad del espacio cerrado, surge en la Edad Media, en el momento
en que, una vertiente de realizadores de teatro religioso, una vez impedida
de representar en los templos optó por utilizar los espacios abiertos
de la ciudad, en los cuales pasó a convivir con los narradores,
cómicos y todo tipo de artistas trashumantes. Este teatro religioso,
apoyado por las corporaciones de oficio, se combinó posteriormente
con el desarrollo de las fiestas civiles. Por otro lado, la tradición
del juglar medieval se vio renovada por los artistas de la Comedia Italiana
- La Commedia Dell Arte - que cruzaron toda Europa con sus guiones
y personajes caracteristicos.
A partir del siglo XVIII las expresiones que dieron continuidad a la tradición
del espectáculo del teatro callejero se dispersaron, constituyéndose
en un corpus difícil de delimitar. Si bien el teatro de feria guardó
una continuidad relativa, el eslabón más fuerte de la tradición
consistió en la fiesta pueblerina (particularmente en Europa),
ya sea en el carnaval, o las fiestas religiosas.
En principios del siglo XX observamos, en la naciente Unión Soviética
y en la Alemania, movimientos políticos intensos acompañados
por una vigorosa actividad teatral con experiencias callejeras. Las prácticas
del teatro de agit-prop ruso, del teatro político de Erwin Piscator
e Bertolt Brecht fueron, posteriormente, referentes decisivos en la creación
de los grupos teatrales de calle de los años 60/70. En este período
también se observó la presencia de influencias relacionadas
con búsquedas ceremoniales y ritualísticas a partir de prácticas
teatrales articuladas en comunidades. La efervescencia cultural y política
de este período, fuertemente influenciado por el pensamiento marxista,
y al mismo tiempo, por los movimientos pacifistas-colectivistas facilitó
esta aproximación. Es importante remarcar estas influencias porque
fue en las décadas de los 60 y 70 que se abrieron los
caminos para la consolidación del teatro callejero actual.
Algunas distorsiones en la percepción de los roles que estas influencias
cumplieron en la conformación de las prácticas actuales
de teatro callejero, propiciaron definiciones poco precisas respecto de
esta modalidad teatral. Estos abordajes parciales usualmente ponen el
acento en el carácter político del hecho teatral en la calle.
Un ejemplo claro es la definición que dice se trata de "un
movimiento teatral de finales de los años sesenta, sobre todo en
los Estados Unidos, cuyos grupos actúan al aire libre en plazas,
calles, parques, campus universitarios, etc., escenificando y comentando
hechos de la actualidad con un afán crítico y polémico"
.(1)
También es interesante notar que la expresión teatro callejero
ha sido utilizada para definir una amplia gama de espectáculos
teatrales al aire libre, en consecuencia, el campo de investigación
se hizo muy amplio y con límites poco precisos. En 1987, Jorn Langsted
aclaraba que "El término teatro callejero era utilizado originalmente
para cierto fenómeno teatral en una situación histórica
precisa, pero pronto comenzó a ser utilizada en un contexto mucho
más amplio; así, cualquier forma de performance que tiene
lugar en la calle pasó a ser llamado teatro callejero" (Langsted,
1987: 45). El problema central de esta delimitación es que, aunque
las características del espacio escénico sean determinantes
para definir las características de la teatralidad callejera (2),
considerar apenas el espacio escénico de la representación
como parámetro, se corre el riesgo de colocar en la misma categoría
manifestaciones tan distintas como una puesta en escena en la esquina
de una ciudad, un desfile de carnaval, un meeting político, una
feria, o cualquier representación en un anfiteatro al aire libre.
Para profundizar en estas cuestiones es necesario apreciar diferentes
abordajes sobre el tema. El estudioso francés Patrice Pavis en
su Diccionario de Teatro dice que el teatro callejero es un teatro cuya
"voluntad de abandonar el recinto teatral responde al deseo de llevar
el teatro a un público que generalmente no asiste a este tipo de
espectáculo, producir un impacto sociopolítico directo y
enlazar interpretación cultural y manifestación social "
(Pavis, 1980: 477). En 1991, Carlos Risso Patrón, desde su experiencia
como director del Grupo Teatral Dorrego de Buenos Aires, afirmaba que
lo esencial en el teatro callejero es el acercamiento a la gente común
de la calle, que este teatro es aquel que "busca un público
perdido"(3), que busca una comunicación con las franjas de
la población que no tienen acceso al teatro. Ya Maryat Lee, directora
del grupo Soul and Latin Theater (SALT) de New York definió el
teatro callejero como "un teatro cuya materia prima es el pueblo
constituido en actor y en público,"(4) mientras el crítico
brasileño Elias Fajardo propuso que "el teatro callejero tiene
como principal objetivo una interacción con la realidad, en un
intento por participar y cambiarla"(5).
El director e investigador inglés Bim Mason afirma que la diversidad
de los espectáculos callejeros hace necesario una clasificación.
Mason delimitó dos grandes aspectos, de acuerdo con los objetivos
de los artistas los clasificó como entretenedores, animadores,
provocadores, comunicadores y artistas performáticos. En segundo
lugar distinguió los diferentes métodos de trabajo en estacionario
o móvil, y examinó los aspectos de la logística de
los diferentes tipos y dimensiones de actividad teatral callejera. (Mason,1993:7)
Excluyendo el abordaje de Bim Mason las anteriores proposiciones tienen
en común el hecho de no considerar como central en la delimitación
del teatro callejero los lenguajes del espectáculo y los procedimientos
técnicos utilizados en el proceso de realización escénica.
O bien hacen hincapié en los objetivos y propuestas ideológicas
de los grupos realizadores, o en la situación social de los mismos.
Es correcto afirmar que el discurso que proclama la necesidad de salir
en busca del público expresa el compromiso social presente en el
ideario de la mayoría de los grupos callejeros. Este compromiso
no se limitaría a encuadrar la estética en el marco de la
cultura popular y hacer un teatro de denuncia, sino que también
apuntaría en el sentido de establecer un vínculo con el
público, basándose en esta supuesta necesidad que este público
tendría del espectáculo callejero. Esta necesidad existiría
porque el teatro, transformado en un arte "elitizado", se habría
alejado de su ámbito natural, y consecuentemente sería necesario
articular un discurso teatral alternativo.
Como vimos anteriormente, en el discurso ideológico asociado al
teatro callejero, aparece como elemento vital la necesidad de acercamiento
a un público popular que estaría particularmente excluido
del hecho teatral. Sin embargo, es discutible que el público peatón
conforme una audiencia popular. El sólo hecho de presentar el espectáculo
en la calle no determina que el hecho teatral se constituya en una manifestación
de arte popular. Sería necesario delimitar la ubicación
geográfica de la calle en la cual se realiza determinado espectáculo
e identificar la selección de usos predominantes para caracterizar
socialmente al público espectador.
El discurso ideológico de los grupos que se volcaron a realizar
espectáculos de teatro callejero - principalmente en las décadas
de los años 60 y 70 - contribuyó a producir
un análisis simplificador que también hizo confundir la
necesidad de acercamiento al público con la creación de
un teatro popular. Como lo afirman las investigadoras argentinas Ana Ammann
y Silvia Barei, "no puede hablarse de una correspondencia mecanicista
entre el tipo y el género de un espectáculo y la ideología
que lo sostiene, ya que en todos los casos, confluyen las tensiones y
los conflictos integrales de la sociedad"(6) .
Las diferentes manifestaciones de teatro callejero existentes extrapolan
los límites de lo que sería un arte popular, pues en este
sentido, encontramos espectáculos callejeros que van desde el más
simple teatro de agitación política hasta propuestas de
corte netamente experimental. Podremos citar como ejemplo de esta diversidad
espectáculos experimentales tales como: "Négrabox"
de la Compania Pesce Crudo, en el cual una enorme caja negra ocupa la
plaza y funciona como una caja de sorpresas; "La Persecución"
del grupo argentino Escena Subterránea que utiliza los pasillos
y trenes del transporte subterráneo (metro); y también las
procesiones monumentales del Generik Vapeur. Por otro lado, observamos
la existencia de propuestas que concentran la atención en realizar
un teatro comprometido con las necesidades comunitarias y/o reivindicaciones
políticas de diferentes matices ideológicos. En este caso
podemos citar los espectáculos del grupo norteamericano Bread &
Puppet; algunas puestas en escena del brasileño Oi Nóis
Aqui Traveiz. También encontramos un gran número de artistas
ambulantes que ocupan las calles en busca de la supervivencia económica
con performances cortas repetidas infinidad de veces por día. Podemos
observar esta clase de espectáculo en calles peatonales, como la
Rambla barcelonesa o la calle Florida de Buenos Aires, y parques muy visitados
por turistas en los fines de semana.
En la delimitación del concepto de teatro callejero que propongo
en este artículo excluyo, conscientemente, la fiesta popular como
teatro callejero por considerar que aunque el teatro callejero tenga diversos
puntos de contacto con la teatralidad popular de la calle es posible realizar
un recorte del fenómeno con miras a la producción de un
trabajo de investigación específico. Sin embargo, creo que
es necesario profundizar la investigación sobre las relaciones
potenciales entre el teatro callejero y las diversas expresiones de la
cultura popular callejera.
Considerando que los criterios utilizados hasta ahora para definir lo
que es el teatro callejero no abarcan completamente el campo de las posibilidades,
creo que es necesario buscar parámetros que contribuyan con esta
delimitación. A partir del análisis de los lenguajes del
espectáculo y de la relación de estos con el público
propongo dos puntos a desarrollar: a) La relación entre los lenguajes
del espectáculo y el espacio escénico; y, b) Las características
de la convocatoria y el tipo de público concurrente.
La calle como espacio del juego y el teatro en la
calle como transgresión
Para delimitar el concepto de teatro callejero es necesario
reconocer el espacio urbano como ámbito teatral y la calle como
espacio fragmentario multifuncional. Para eso el primer paso será
analizar el espacio urbano como ámbito del espectáculo.
Las ciudades actuales conforman espacios urbanos fragmentarios y diversos
que se encuentran estrictamente articulados, con sus diferentes sectores
sociales en permanente relación. Este espacio fragmentario está
articulado a través del flujo de vehículos y de personas,
y tiene como principal característica la desigualdad en el marco
de una amplia diversidad cultural.
El antropólogo brasileño Roberto da Matta considera que
la calle fue expropiada a la gente por el mecanismo social que se desarrolló
en la gran ciudad. Es decir, el individuo vio reducido su derecho a ocupar
la calle, que pasó a pertenecer principalmente al tránsito
de vehículos y a responder al ordenamiento legal establecido por
los códigos de tránsito (Matta, 1981). En consecuencia,
los habitantes de las grandes ciudades utilizan las calles para trasladarse
de sus casas al trabajo y viceversa, y secundariamente establecen en estos
recorridos una multiplicidad de relaciones que transforman cualitativamente
el uso de la calle y que determinan que el ámbito callejero sea
un espacio de convivencia fugaz.
La calle solamente vuelve a ser el ámbito de comunión y
de encuentro - como lo fue en la ciudad medieval - en momentos precisos:
las grandes manifestaciones políticas; las multitudinarias fiestas
populares y los eventos artísticos callejeros. La polifonía
étnica y cultural contribuyó definitivamente a desacralizar
la calle.
A pesar de la segregación espacial característica de la
ciudad capitalista(7) , la sociedad reconoce el derecho a la libertad
de movimiento por el cual todos los habitantes de las ciudades pueden
recorrer sus calles. Estos sugiere que la calle sea un espacio democrático.
La calle, como espacio multifuncional - que contiene desde la actividad
cotidiana y repetitiva hasta los movimientos más virulentos y transformadores
de la sociedad - potencia las manifestaciones culturales de tipo político
y lúdrico. Y, en cuanto a espacio de convivencia, permite que el
ciudadano disfrute de un anonimato que lo libera del peso del compromiso
personal. En el espacio abierto y en comunidad, el hombre urbano se siente
más capaz de actuar. Este es un comportamiento que facilita que
en la calle exista una predisposición para la participación
y el juego. Juego, que según lo definió el sociólogo
francés Jean Duvignaud, es "una actividad sin objetivos
conscientes, un estado de disponibilidad que escapa a toda intención
utilitaria, libre y sin reglas (...) un estado de ruptura del ser individual
o social, en lo cual lo único que no se cuestiona es el arte..."
(Duvignaud, 1982: 10-12).
Por lo tanto, en la calle conviven dos tendencias: la primera es una actitud
de respeto a las reglas sociales dominantes, y la segunda es la apertura
hacia el juego y hacia la libertad de acción. El equilibrio entre
la actitud social dominante y el juego es dinámico, y se modifica
de acuerdo con los procesos socioculturales del momento.
La tendencia al juego se ve favorecida especialmente por la no individualización,
lo cual provoca la sensación de libertad. Paradójicamente,
es a través del juego callejero - que pone de manifiesto en las
acciones colectivas - que el individuo se expresa sin frenos y limitaciones.
El juego, cuando "evoluciona de su esfera de fenómeno subjetivo
individual y penetra las estructuras de la vida social" (Duvignaud,
1982: 27), se hace transgresor, porque la movilización de la energía
lúdrica colectiva cuestiona los códigos y las reglas sociales
establecidas. Al materializarse en la superficie del ser social, el juego
se plasma en manifestaciones culturales de ruptura del orden vigente.
Este juego callejero abre la posibilidad para que se manifieste la más
amplia libertad creadora, porque mientras dura, pone el mundo cabeza abajo,
invierte los valores ordenadores de la sociedad. Las actividades que sobrepasan
los límites de las funciones específicas que la sociedad
asigna a las calles, entran en una zona de conflicto, pues cuestionan
no solamente el uso de la calle, sino el poder ejercido institucionalmente
sobre el espacio ciudadano.
El juego, en cuanto experiencia lúdrica, es fundamentalmente cuestionador
porque tiene la capacidad de subvertir y desequilibrar el orden social
que propicia tranquilidad.
En este marco podemos afirmar que el teatro callejero - en cuanto juego
- adquiere la característica de una manifestación transgresora,
pues, propone la ruptura del repertorio de usos del espacio urbano con
miras a instalar un territorio lúdrico. Esta transgresión
puede variar según grados o intensidades, pero, al fin aportará
cuestiones al sistema dominante.
La concreción de esta transgresión se hace evidente en diferentes
órdenes. En primer lugar, el teatro callejero transgrede el caótico
desplazamiento callejero, pues, al romper - aunque sea momentáneamente
- con el uso cotidiano de la calle, recrea el espacio callejero e inventa
un nuevo orden. Al mismo tiempo impone un cambio a los ciudadanos que
caminan por la calle: de simples peatones pasan a ejercer el papel de
espectadores.
En segundo lugar, al ocupar la calle, el teatro se hace permeable a la
influencia de lo que se podría llamar la "cultura callejera".
Esta sería la mezcla de las culturas de los usuarios del espacio
callejero, es decir, todo aquello que se manipula como modo de actuar
propio de la calle: los miedos, los códigos gestuales, las formas
de ocupación del espacio, etc.
Diversas expresiones del teatro callejero toman prestado elementos formales
de las manifestaciones callejeras, especialmente aquellas relacionadas
con las luchas políticas o sindicales. Este fenómeno responde
a que, en el seno de estas manifestaciones, se ha desarrollado una manera
particular de ocupación y uso del espacio callejero que subraya
el aspecto más democrático de la calle. También se
puede observar que en las últimas dos décadas las formas
de la fiesta popular callejera han sido objeto de mayor atención
por parte de los grupos de teatro callejero.
Es importante resaltar que, aunque se pueda ver en la calle manifestaciones
artísticas que no se proponen como prácticas transgresoras
- especialmente en aquellos casos en que las instituciones de la cultura
transponen espectáculos de ámbitos cerrados a escenarios
callejeros o cuando organismos oficiales de cultura realizan actividades
callejeras - se puede decir que en esencia el teatro callejero transgrede
el principio jerárquico espacial dentro del cual la sociedad burguesa
actual encuadra las manifestaciones artísticas.
El carácter transgresor del teatro callejero determina que este
ocupe un lugar social que podría ser definido como el espacio la
marginalidad reivindicada. La poca rentabilidad del teatro callejero
y la marginalidad de sus realizadores ubica esta modalidad teatral en
un lugar social desprestigiado. En el cuadro de los valores de nuestra
sociedad - cuyo principal referente social es el poder adquisitivo - el
teatro callejero es casi sinónimo de "diletantismo",
y dentro del propio contexto teatral, ocupa un lugar marginal. Esta marginalidad
proviene principalmente del hecho de que los realizadores del teatro callejero,
al utilizar el espacio de la calle ya se encuentran en una actitud enfrentada
con la cultura dominante que asigna un valor superior al teatro realizado
en las salas.
Esta clase de valoración proviene del momento mismo del nacimiento
de la sala teatral que fue parte de un fenómeno de estratificación
social. Jean Duvignaud comentando el nacimiento de la escena a la italiana
dice que: "El movimiento (sociocultural) que encierra el espectáculo
dentro de los muros, y lo aísla del resto de los hombres, apartándolo
de las miradas vulgares, se afirma en el momento en que las
monarquías se imponen" (Duvignaud, 1980: 261).
El teatro callejero se situaría entonces, en el campo del discurso
teatral marginal cuya subyugación, según Juan Villegas,
"se funda tanto en la marginalidad social de sus productores o receptores
como en su discrepancia con respecto al código estético
y cultural hegemónico"(8) . Frente a los diversos discursos
teatrales dominantes, el teatro callejero ocupa una posición de
marginalidad que determina que, para llevar a cabo su tarea, los integrantes
de los grupos callejeros deben realizar grandes esfuerzos, tanto en lo
que se refiere al mundo espiritual como al mundo material; deben poseer
una potente motivación ideológica, la cual los condena a
ocupar un lugar de oposición y de combate con la cultura que los
margina. A partir de la identificación de estas características
se articuló una forma de contracultura teatral que, generalmente,
se asocia a la cultura de los sectores menos privilegiados de la sociedad.
La gran mayoría de los teatristas de la calle han elaborado discursos
que reivindican esa marginalidad que los ubica en una actitud de combate
frente a la cultura teatral hegemónica.
La consecuencia inmediata de esta situación de marginalidad
es la existencia, tanto entre los teatristas de la calle como en la crítica
especializada, de un enfoque que considera el teatro callejero, fundamentalmente,
como una manifestación del teatro popular, como lo comenté
al principio de este artículo.
Las características más importantes del teatro callejero
son:
1) La existencia de múltiples interferencias accidentales propias
de la calle que condicionan el tiempo teatral imponiendo un uso específico
de los lenguajes del espectáculo.
A diferencia de la sala teatral que permite una atenta recepción
del espectáculo, la calle es un espacio que fomenta la dispersión
- tanto del público como de los actores - a través de ruidos
y de acontecimientos diversos.
Este hecho determina que el espectáculo teatral callejero se constituya,
ante todo, en un ejercicio de concentración y dispersión
de signos teatrales que disputan al ambiente urbano la atención
del espectador. Por regla general, el teatro callejero es un teatro de
síntesis expresiva. Síntesis desplegada en un espacio escénico
que se caracteriza por tener una altura infinita, amplias dimensiones
laterales y las más variadas profundidades.
2) El espacio escénico(9) del teatro callejero es el
ámbito urbano resignificado. Es decir, la representación
teatral en un sitio de la ciudad cuyo espacio escénico no se cierra,
incluye el paisaje urbano, realiza una apropiación teatral de la
silueta de la ciudad creando infinitas posibilidades expresivas.
Cada edificio u objeto callejero, y hasta los mismos peatones, pueden
configurar diferentes elementos del dispositivo escénico. En un
espectáculo cuyo espacio escénico esté delimitado
por la ubicación y disposición del público - al no
existir un telón de fondo - se puede afirmar que la principal característica
espacial es la transparencia.
El espacio callejero está poblado de signos que interfieren en
el cuadro visual de una puesta en escena. Transparencia significa, en
este caso, que la gran variedad de acontecimientos que penetran en el
espacio de significación del espectáculo posibilitan la
creación de significados ajenos al proyecto escénico primario.
Veamos el ejemplo de la puesta en escena de "Juan Moreira" (1984),
por el Grupo Teatro de la Libertad en el antiguo barrio de San Telmo en
Buenos Aires. El ámbito constituido por una mezcla de antiguas
casas coloniales y modernas edificaciones sugería, entre otras
cosas, la atemporalidad: el papel del mítico héroe, traspasaba
la historia de las injusticias del pasado y se acercaba a la Argentina
concreta de los años 80.
3) La existencia de un público fluctuante que es consecuencia
de la misma penetrabilidad espacial que multiplica la significación
del espacio escénico.
En la calle, las convenciones sociales no son tan rígidas como
las de una sala de espectáculos, y como el ciudadano no paga entrada
ni tiene un lugar determinado para asistir a la representación
callejera, se siente, en todo momento, en libertad de entrar o salir del
ámbito de la representación. Esta movilidad crea diferentes
planos de atención de los espectadores. Desde aquellos que establecen
una relación más comprometida y buscan estar lo más
cerca posible (aunque no siempre se comprometan a sentarse en el suelo
para ver la función), hasta los que observan a distancia en una
actitud que se equilibra entre la curiosidad y la crítica.
Los lenguajes empleados en escena tratan de dialogar simultáneamente
con los diferentes niveles de atención del público. El punto
de vista preferencial donde se ubicaría el "espectador ideal"
en el teatro callejero es múltiple y por lo tanto virtual. Por
más que en ciertos espectáculos se pueda fijar un mejor
punto de observación, lo concreto es que la incomodidad inherente
a la representación callejera hecha por tierra el concepto de espectador
ideal. Quizás los primeros quince minutos de un espectáculo
deban ser vistos desde un lugar específico (el espectador sentado),
pero es muy probable que en la siguiente media hora, el espectador tenga
una necesidad imperativa de pararse para estirar las piernas y descansar
su espalda. El público está, entonces, potencialmente condenado
a un movimiento permanente, aún cuando no está obligado
a desplazarse para seguir la acción dramática.
El público que va al teatro cerrado, sale de su casa y tiene como
destino su butaca para ver el espectáculo. En el teatro callejero
el público - en su enorme mayoría - se dirige a algún
lugar determinado cuando se encuentra con el espectáculo. Su atención
siempre está dividida entre la actividad a la cual iba anteriormente,
y el espectáculo que se cruza en sus planes.
4) El público del teatro callejero es fundamentalmente un público
accidental que presencia el espectáculo porque se encuentra casualmente
con el hecho teatral que irrumpe en el espacio público, y se constituye
en un hecho artístico sorpresivo. Este hecho provoca una ruptura
en la funcionalidad espacial cotidiana, y modifica el repertorio de usos
del espacio.
Es muy común que los transeúntes que frecuentan una plaza
en sus paseos dominicales presencien una función teatral en este
sitio, o que los ejecutivos y los empleados que caminan por las calles
céntricas de una gran ciudad se encuentren con un grupo de artistas
que realizan su función en la hora del almuerzo.
Se argumenta que no todos los espectáculos callejeros se encuentran
en este marco, y se podría tomar como ejemplo el espectáculo
que la compañia francesa Royal de Luxe presentó en el puerto
de Buenos Aires en ocasión de los 500 años de la conquista
de América. El ámbito elegido para este espectáculo,
algo alejado del tránsito de los peatones, sugiere que el público
fue exclusivamente convocado con anterioridad. Pero, aún así,
se pudo observar que existía una importante cantidad de espectadores
que se acercaban atraídos solamente por la misma concentración
de gente.
Por otro lado, hay que reconocer que la gran mayoría de los grupos
callejeros utiliza la convocatoria a través de los medios de prensa
y adoptan lugares fijos para sus representaciones, haciéndose conocidos
por la regularidad del propio trabajo. Pero, lo fundamental no es delimitar
si hubo o no previa convocatoria de público, sino si el espacio
de la representación es lo suficiente permeable como para permitir
el acceso del público accidental. Y además, si el espectador
accidental está en condiciones de asistir a la función en
pie de igualdad con el espectador convocado. La permeabilidad del espacio
determina que el público del teatro callejero, conformado básicamente
por espectadores accidentales, sea bastante heterogéneo socialmente
y compuesto por personas de diferentes edades (desde niños hasta
ancianos).
Conclusiones
El teatro callejero abarcaría entonces todos los espectáculos
al aire libre fuera de un espacio teatral convencional, apropiado temporalmente
para el hecho teatral, y permeable a un público accidental. Esta
modalidad teatral puede o no tener formas estéticas y/o contenidos
ideológicos propios de la cultura popular, pero esencialmente se
vincula con la necesidad de un contacto directo con un amplio espectro
de público que no frecuenta las salas teatrales.
Poder despegar el concepto de teatro callejero de la impronta del teatro
popular es fundamental para extender el campo de la investigación
desde un enfoque del estudio de la utilización de los lenguajes
de la puesta en escena.
Considero que este enfoque permitiría una comprensión más
profunda del significado del teatro callejero en cuanto modalidad teatral
particular y al mismo tiempo favorecería el estudio de una amplia
gama de experiencias teatrales contemporáneas.
André Luiz Antunes Netto Carreira
UNIVERSIDADE DO ESTADO DE SANTA CATARINA - BRASIL
NOTAS
1 Genoveva Dieterich. Diccionario del Teatro.p.260.
2 Considero el teatro callejero una teatralidad antes
que un género, porque las características que lo definen
se relacionan más con el hecho teatral y la utilización
del espacio escénico que con las reglas de elaboración del
texto dramático. Patrice Pavis dice en su Diccionario del Teatro
que los criterios sobre los cuales hay que ponerse de acuerdo acerca de
la definición de teatralidad son: "la interferencia y la redundancia
de varios códigos, la presencia física de los actores en
la escena, la síntesis imposible entre el aspecto arbitrario del
lenguaje y la iconocidad del cuerpo y del gesto, síntesis que encuentra
su punto álgido en la voz del actor, mezcla de lo arbitrario y
de lo incodificable, de presencia física y sistemática de
acontecimiento" (Pavis, 1980: 471).
3 Carlos Risso Patrón en su artículo "Apuntes
de teatro callejero" aparecido en la Revista Espacios, año
5 nº 10. Octubre de 1991, s/p.
4 Manifiesto del Grupo S.A.L.T. New York, 1973.
5 Elias Fajardo "A festa dos atores sem palco".
Jornal do Brasil (2C) Rio de Janeiro, 16/10/1990. p6.
6 Ammann, A:B. y Barei,S.N. "El teatro callejero:
un rescate de lo popular". En Reflexiones sobre teatro latinoamericano
del siglo veinte. Galerna/Lenck Verlag. 1989, Buenos Aires. p.78.
7 La desigualdad en la ciudad se observa en el fenómeno
que los urbanistas llaman "segregación espacial", es
decir, el proceso por el cual las diferentes clases sociales van ocupando
diferentes zonas de la ciudad a través de la exclusión económica
y/o jurídica. El régimen del "apartheid" que existió
en Sudáfrica es el ejemplo cabal por el cual la segregación
espacial alcanza status jurídico.
8 Juan Villegas en "El discurso dramático-teatral
latinoamericano y el discurso crítico: algunas reflexiones estratégicas".
En Latin American Theatre Review (Fall, 1984: p. 5/12). El código
estético y cultural hegemónico es aquel que domina el contexto
cultural dictando normas y procedimientos artísticos que son admitidos
por la sociedad como patrones de referencias de calidad artística.
9 Según el investigador argentino Francisco Javier,
espacio escénico es el espacio en el cual se desarrollan las acciones
del espectáculo. Este puede o no coincidir con el espacio teatral
arquitectónico. Ver Los lenguajes del espectáculo teatral
de Javier, francisco y Ardissone, Diana. !986, Buenos Aires. Facultad
de Filosofía y Letras UBA.
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